Sin duda los asistentes al Estadio Nacional este 27 de abril tendrán un recuerdo imborrable de uno de los recitales más importantes que una agrupación chilena haya realizado en el recinto más importante del país desde el regreso de Los Prisioneros en el 2001. Y es que lo realizado por Los Bunkers la noche del sábado es quizás la última prueba (la cual no era necesaria) para confirmar a la banda penquista como una de las más importantes de nuestra historia gracias a un cancionero que ha traspasado generaciones y se mantiene vigente.
Pero empecemos por el principio. A eso de las 18:45 y ante un estadio con más de la mitad de su capacidad aparece Pedropiedra junto a su banda, una actuación que no superó los cuarenta y cinco minutos en los cuales el músico mostró algunos temas nuevos sin dejar algunos de sus más destacados hits como «Vacaciones en el más allá» o «Inteligencia Dormida» con la cual cerró su setlist. Un total de once canciones en las cuales pequeños ripios de sonido al comienzo pero que finalmente logró superar gracias a un carisma particular y un grupo de músicos que lograron darle más poder a las canciones. Un gran invitado a la altura de la fiesta que se aproximaba.

Quizás mi gran duda era la participación de Fabrizio Copano dentro de un evento musical. Se sabe de la amistad del humorista con los músicos pero se sentía fuera de lugar. Cerca de las 19:40 salió al escenario de manera sobria sin grandes acompañamientos más que su silla y cumplió, la gente logró conectar a pesar que hubo un momento en que un sector de la galería se manifestaba en contra al parecer de la iluminación. Risas más risas menos para adentrarnos a la espera de lo que todos íbamos a ver.

Las luces se apagaron y de golpe en la pantalla apareció un cronómetro. La excitación y ansiedad crecían a medida que el contador se acercaba a cero, punto exacto en que la banda se toma el escenario y sin dar respiro da el primer golpe a la mandíbula con «Ven Aquí», tema que dio nombre a la gira y que daba comienzo a una jornada que a medida que avanzará cobraría diversos tintes. «Te vistes y te vas», «Canción de Lejos», «Quién Fuera» y una extensa versión de «Ahora Que No Estás» eran parte de las primeras once canciones con las cuales demostraban el arte del dominio del rock de estadios, grandes himnos y un manejo del público haciéndolos partícipes en cada momento mientras recorrían la enorme pasarela con la cual podían estar más cerca de ellos.

«El Necio» fue el cierre que dio paso a una larga pausa que muchos no entendíamos hasta que unas luces se situaban en el memorial del recinto ñuñoíno para interpretar «La Exiliada del Sur», un instante lleno de simbolismo que a más de uno emocionó sobretodo por el respeto con el cual la banda interpretó un pequeño setlist de cuatro canciones acústicas que concluyeron con «Entre Mis Brazos». Una nueva pausa comenzaba pero cuya duración fue mucho menor gracias a la aparición de Guaripolo, personaje de la querida serie «31 Minutos». De la nostalgia y reflexión pasábamos rápidamente a lo lúdico gracias a una graciosa presentación en la cual repasó parte de la discografía de la agrupación para dar paso a «Una Nube Cuelga Sobre Mí» a la cual además de Guaripolo se unieron varios personajes de la serie como Tulio Triviño o Patana entre otros.

En ese momento Los Bunkers ya eran dueños del lugar mientras se seguían sucediendo éxitos como «Las Cosas Que Cambié y Dejé Por Ti», «Ángel para Un Final», «Pobre Corazón» o «Miño» solo por nombrar algunos. Más de dos horas de concierto que no se sintieron (bueno, mis rodillas lo sufrieron un poco pero eso es factor edad) daban paso al falso cierre de todos los conciertos de todos los tiempos. Faltaban algunos hits pero además el quinteto tenía guardada una sorpresa más.

Luego de una breve introducción en la cual Álvaro López mencionaba que interpretarían una canción de su primer disco que no tocaban hace años comenzaba a sonar «El Derecho de Vivir en Paz», original de Víctor Jara el cual a través de pantallas también se hacía partícipe del tema. Un bello momento con un significado enorme que sería el prefecto preámbulo para un remate que concluiría con «Llueve Sobre La Ciudad», a esta altura una canción que por lo bajo está top cinco dentro de las más importantes de nuestra música salida en el siglo XXI. Un final por todo lo alto que luego de casi tres horas de show el público agradeció.

La complicidad que los hermanos Durán, López y Cancamusa tienen sobre el escenario sabiendo repartir el protagonismo y logrando cumplir a la perfección sus roles es algo admirable sobretodo si vemos el tiempo que la baterista lleva con la banda. Si hago la comparativa con su presentación en Viña del Mar (no la del festival sino la fecha parte de la gira) y sacando el factor Cancamusa, las diferencias más que todo se recalcan en la producción del evento logrando imprimirle una importancia y nivel de profesionalización por sobre la media local y digna de grandes espectáculos internacionales. Ellos sabían que este evento iba a ser histórico y con eso en mente lograron encapsular no solo su historia sino también la del cancionero y la cultura pop chilena, un concierto donde distintas generaciones se reunieron para vivir una fiesta en la cual los anfitriones no dejaron nada el azar.
Un nuevo capítulo para una rica historia que en este momento está escribiendo su último capítulo antes de un receso necesario pero que esperemos sea momentáneo.
