Hace veinte años un amigo me dijo que tenía entradas gratis para ver a una banda llamada Los Bunkers en el Municipal de Viña. Si bien tenía una noción de la existencia de los penquistas no era una agrupación que me quitara el sueño, pero ahí estaba viéndolos en directo. Un show en el cual se encontraban en un punto de inflexión, ya que todavía estaban con la estética, tanto sonora como visual, de «Canción de Lejos», pero meses después de esa presentación estarían lanzando «La Culpa», por lo cual además de interpretar un setlist de forma impecable, también ya se los notaba algo más «desordenados». Luego de ese show, Los Bunkers comenzaron a marcar distintas etapas a medida que crecía junto a su discografía, pero extrañamente en todo ese tiempo nunca más los volví a ver en la ciudad Jardín (y eso que hasta estuvieron dos veces en el Festival y no sé en cuántas fiestas o presentaciones particulares), por ello cuando se anunció su regreso con una fecha en Viña admito que fui feliz.
Los meses pasaban y la emoción crecía sobre todo luego del anuncio de Eduardo Gatti como telonero, una aparición en el Festival de Viña como parte del show de Fabrizio Copano, dos shows llenos en el Santa Laura, de los cuales vi muchas historias y hasta una nueva canción. Todo eso hasta que llegó el esperado día, 26 de Marzo del 2023.
Para ser domingo, la emoción alrededor de la Quinta Vergara era bastante palpable y luego de ingresar con un recinto ya a más de la mitad ocupado, sale al escenario Eduardo Gatti junto a su hijo Manu. Una presentación acústica y elegante, en la cual repasó su rica historia musical a través de nueve canciones que si bien al principio obtenía aplausos respetuosos logró cautivar y entusiasmar al respetable con la interpretación de clásicos como «Navegante», «Francisca» y la eterna «Los Momentos». Una ovación marcaba el final de su presentación mientras el anfiteatro cada vez estaba más lleno.

A medida que la expectativa seguía creciendo, Marcelo Aldunate se tomaba una esquina del escenario para musicalizar la espera con clásicos de ayer y hoy en un poco más de media hora, algo que se está haciendo habitual en los recitales en el país y que el público ha sabido adoptar. Ahora sí, la mesa estaba servida y solo faltaba que se presentaran los invitados de honor.

Antes de entrar al show mismo es imposible no mencionar que, o se entregaron muchas invitaciones o simplemente se sobrevendió el recinto, ya que la entrada principal de galería antes de comenzar se encontraba colapsada haciendo casi imposible el tránsito por ese sector (el otro sector que se ocupa más como salida si cumplía con los protocolos). Un hecho ahora anecdótico pero que se está haciendo habitual en muchos grandes espectáculos en Chile.
En fin, volviendo a lo que nos atañe, de golpe comienza a sonar «Solsbury Hill», el clásico de Peter Gabriel cuya letra se proyectaba en las pantallas del escenario hasta que por fin aparece el quinteto sobre el escenario. La fiesta oficialmente comenzaba con «Miéntele» volviendo a traer el rock and roll a un recinto que al parecer cada vez tiene más ganas de olvidarlo. «Te Vistes y Te Vas», «Santiago de Chile» y «Una Nube Cuelga Sobre Mí» mantenían el ritmo frenético hasta la presentación de «Rey», una canción que (espero) sea el comienzo de una nueva etapa para una banda que se caracterizó por abrazar distintos estilos sin perder su sello.

Luego llegó «Ángel para un final», quizás el primer momento en el cual el recinto se hizo uno mientras Álvaro López cantaba el clásico de Silvio Rodríguez. Los temas sucedían hasta llegar a «Ahora Que No Estás», en la cual invitaron a Eduardo Gatti y su hijo al escenario, una muestra perfecta de la unión de dos generaciones, en las cuales el idioma musical parece ser uno solo, eso agregado al virtuosismo que Gatti demostró con la guitarra eléctrica llevando el tema a otro nivel.
De ahí en más el concierto entró en una fase dedicada a los reales fanáticos y si bien eso se agradeció, ahí también se nota que el público de Viña del Mar (y la crítica la hago como viñamarino por más de 30 años) es una audiencia compleja, mal acostumbrada (quizás por el mismo festival que los terminó por convertir en un público televisivo) y que parece no enganchar manteniéndose por momentos casi inmóvil y eso la banda lo hizo notar.

Luego vino «Si Estás Pensando Mal De Mí» acústica, la cual dio comienzo a una serie de hits que a esta altura son parte del cancionero nacional llegando a picos de complicidad de la banda con la gente en «Canción Para Mañana», «Ven Aquí» y «Llueve Sobre La Ciudad».
El fin llegaba con «La Era Está Pariendo Un Corazón», casi tres horas de música concluían por todo lo alto haciendo que la gente siguiera pidiendo más pero el show tenía que terminar. Una jornada gloriosa que si bien tuvo algunos ripios de sonido en un par de canciones, logra demostrar la vigencia del catálogo de la última banda que realmente importa en nuestro país. No quiero decir que luego de ellos la música chilena se fue al hoyo, pero el impacto que siguen teniendo, a pesar de los años en los cuales decidieron separar sus caminos, es algo que ninguna banda o solista (quizás dentro de lo urbano se puedan encontrar casos pero todavía es muy pronto para ver su real o no valor histórico) ha podido capitalizar, y la audiencia que pasaba desde pequeños niños hasta gente de la tercera edad es la mejor prueba de ello.
Francisco, no creo que leas esto pero gracias por convencerme de conocer en vivo a Los Bunkers el 2003.
