El pasado viernes Bush regresaba a nuestro país para presentarse en el Teatro Caupolicán como parte de su gira ‘Loaded: The Greatest Hits Tour’, un reencuentro necesario que logró suplir de gran forma una nostalgia cada vez más creciente hacia quizás la última gran década musical de la historia.
A eso de las 21:15 horas y con un recinto con más de un 80 porciento de ocupación (lleno camisas cuadrille, poleras con diferentes referentes del grunge y en su mayoría con una edad sobre los 30 años) las luces se apagaban y Nik Hughes se situaba en la batería para acompañar la intro con potentes golpes mientras el resto de la banda tomaba sus lugares sobre el escenario. La euforia se hacía presente y rápidamente Rossdale y compañía abren con ‘Everything Zen’ y ‘Machinehead’, dos golpes certeros de ‘Sixteen Stone’, su imprescindible disco debut el cual sigue siendo el material fundamental de su discografía.

El concierto no bajó en intensidad gracias a ‘Bullet Holes’, ‘The Chemicals Between Us’ y ‘Greedy Fly’ las cuales sonaron bastante potentes llenas de vitalidad gracias a un frontman como Gavin Rossdale que a sus casi 60 años mantiene una energía inagotable que si bien por pasajes merman un poco su interpretación las solventa con unas ganas que muchos de nosotros quisiéramos tener. De ahí en más comenzaron a repasar singles más recientes ‘Quicksand’ o ‘Heavy is the ocean’ a lo cual complementaron con una versión a solo voz con base de teclado de ‘Swallowed’ y el huracán sonoro que es ‘Little Things, un perfecto cierre que dejaba con ganas de más al respetable que ya estaba compenetrado con la agrupación.

El retorno no se hizo esperar con ‘More Than Machines’ para llegar a esa sublime instancia que siempre va a ser ver interpretar a Rossdale el clásico atemporal ‘Glycerine’ para luego concluir con ‘Comedown’, otra gema de su primer material que daba fin a un fin a una presentación plagada de emociones.
Si bien el setlist fue algo acotado (catorce canciones) y a modo personal me faltó alguna de su disco ‘Golden State’, el recital cumplió con las expectativas incluso cuando tuvo en un par de canciones claros problemas con el sonido (una base con un cambio de volumen repentino y una guitarra que en una estrofa simplemente dejó de sonar) pero que en ningún momento hicieron que la banda mermara su entrega y en la cual es imposible no destacar el gran complemento que son los acompañantes de Rossdale en la actualidad sobretodo el trabajo del guitarrista Chris Traynor. Una jornada ideal que a muchos nos devolvió a una época más sencilla pero que sigue siendo cautivadora, al igual que Bush en directo.
